Escrito por Luis Andrés Marroquín, periodista
Nació la nochebuena de 1969, fue asentado con el nombre de Osmín Edgardo Ramírez Sorto. Su ombligo está enterrado en el cantón Gualache, Tecapán, Usulután, donde la mayor parte de sus habitantes nacen, crecen y mueren pobres, porque las oportunidades de salir adelante son muy escasas y los problema muchos .
Los regalos que Osmin recibió esa noche de navidad, 24 de diciembre, fueron: un padre alcohólico, trabajo duro desde los 10 años, sembrando maíz, frijol y cortando café para comprar sus propia ropa.
A los 13 años, migró a San Salvador en busca de su madre con la que no terminaron de tener una buena relación. Allí, aprendió mecánica automotriz y a los 14 años ya dominaba el oficio.

Osmín comenzó a tomar decisiones incorrectas cuando ya de joven su situación laboral y económica era prospera.
Su talento le permitió mejorar su salario rápidamente, aunque las condiciones laborales eran exigentes. Sin embargo, a los 17 años cayó en el alcoholismo, un problema que lo acompañaría durante varios años. «De mi oficio lo que más me gustaba, no era tanto el cobrar, sino el placer de que quedaran bien los carros. Y que el cliente quedara contento», dice.
En 1986, dejó la mecánica y comenzó a trabajar como motorista de microbuses en Apopa. Durante esta etapa, el alcoholismo se intensificó y, en 1997, sufrió un grave accidente de tránsito al chocar contra un pick-up. Como consecuencia, sufrió una lesión en la cadera que lo dejó postrado en cama por un año. También desarrolló diabetes debido al estrés y el abuso del alcohol. Fue precisamente en la cama número 1 del Hospital Rosales donde Osmín aceptó a Cristo.
En casa conoció a Juan Figueroa, un vecino que le adelantó dinero para que le reparara un automóvil y con eso pudo comprar sus primeras herramientas y abrir su propio taller mecánico en Sierra Morena, Soyapango.

Su esposa, Sandra Marisol Recinos de Ramírez, es una compañera de batallas que le asiste en temas de lectura de la Palabra.
Aunque comenzó a trabajar en muletas, su habilidad atrajo clientes. Sin embargo, enfrentó amenazas y tuvo que mudarse a Quezaltepeque, donde comenzó a trabajar como taxista y más tarde como jefe de mecánicos de la ruta 109 de microbuses.
Mientras trabajaba, Dios lo llamó a servir. En 2008, sufrió una enfermedad en su ojo derecho que le hizo perder la visión. Con el tiempo, también perdió la vista en el ojo izquierdo debido a la diabetes. A pesar de que los médicos aseguraron que era imposible que volviera a ver, Osmín mantiene la fe en que Dios obrará un milagro en su vida.
De hecho, sobrevive a un cáncer de piel que le afectó su oreja izquierda, una enfermedad que parece ha sido controlada.
Su servicio religioso lo inició en la Iglesia del Milagro del Espíritu Santo. Su fe se fortaleció y, aunque ya no podía ejercer como mecánico, su mayor anhelo se transformó en servir a Dios. Actualmente, lidera cultos en su hogar, aunque su deseo es establecer una iglesia propia para recibir a más personas.
«Mi mayor anhelo es tener una obra, servir a Dios. Una de las cosas que me apasionan es orar por los enfermos, orar por los necesitados, tener a la gente en oración», dice.
Osmín ha sido testigo de muchos milagros y ha ayudado a personas a mejorar su salud y su vida espiritual a través de la oración.
Su esposa Sandra Marisol Recinos de Ramírez, de 53 años, y otros fieles le leen la Biblia para que él pueda predicar. Su historia es un testimonio de lucha, perseverancia, fe y actitud inquebrantables, demostrando que, a pesar de las adversidades, siempre hay un propósito mayor por cumplir.
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