Por Julio Rodríguez / Periodista

FREDERICK, MARYLAND — La llamada llegó sin previo aviso. Ivett Orellana regresaba a casa con su esposo cuando el teléfono sonó. Dudó en contestar, pero algo le dijo que debía hacerlo.

Buenas tardes, ¿es la mamá de Josué? —preguntó una voz femenina del otro lado de la línea.

Sí… ¿ocurrió algo? —respondió con preocupación.

No se preocupe, está todo bien. Solo queríamos informarle que su hijo ha ganado una computadora portátil – Sorprendió la voz de la maestra.

La sorpresa fue inmediata. Josué, su hijo de 10 años, había sido premiado con una laptop en un sorteo organizado por la biblioteca pública de Frederick, en Maryland. El premio era parte de un programa de incentivo a la lectura. Por cada libro leído, los niños recibían un boleto para participar. Josué acumuló 69 boletos. Y ganó.

Josué (de negro) y su hermano gemelo, llegaron a Estados Unidos cuando tenían 4 años de edad.

Pero detrás de esa victoria hay mucho más que suerte: hay un niño migrante, una historia de fe y actitud.

Un niño migrante amigo del Maestro de Galilea.

Josué y su hermano gemelo Jason nacieron en El Salvador y emigraron a Estados Unidos con su familia cuando tenía apenas cuatro años. Como muchos niños migrantes, ha crecido entre dos culturas: las raíces de su tierra natal y las exigencias de la sociedad norteamericana. En ese proceso, ha aprendido a adaptarse, a esforzarse el doble, y a creer incluso cuando las posibilidades son limitadas.

“Desde el primer momento me dijo que se iba a ganar esa computadora”, recuerda su madre. “Me pidió que le consiguiéramos un escritorio, porque ahí pondría su laptop.”

Josué es un lector incansable, pero también un niño con clara conciencia de las limitaciones económicas que enfrenta su familia por vivir como migrantes, aunque estén legalmente. La laptop que tanto anhelaba no estaba al alcance del presupuesto familiar. Entonces hizo lo que muchos migrantes han aprendido a hacer desde temprano: confiar, esforzarse y avanzar con fe, la que pone de manifiesto participando activamente en ministerio de alabanza de su iglesia.

Josué se mostró sorprendido porque sus padres lo llevaron a la escuela sin que supiera que se había ganado la computadora portátil.

Actitud de fe

“Si no me la gano, igual salgo ganando porque voy a leer más libros”, le dijo a su madre cuando ella intentó bajarle un poco las expectativas. No era ingenuidad, era convicción.

Con la ayuda de su familia, organizó su espacio de estudio: un escritorio, una silla y muchos libros. Cada día leía con disciplina, y cada noche oraba con la certeza de que ese esfuerzo tendría sentido. Además, aprendía a tocar piano para el ministerio de alabanza en su iglesia. Todo era parte de un propósito mayor.

La familia de Josué, su hermano mayor, su hermano gemelo, su mamá y su papá, residen en Maryland, EEUU.

Hasta que esa mañana el teléfono sonó y comenzó un testimonio de fe.

Más que una rifa, una señal

Para algunos, fue cuestión de estadística: 69 libros, 69 oportunidades. Para Ivett, fue algo más profundo. “Fue un favor de Dios”, asegura. “Mi hijo lo necesitaba y lo pidió con fe.”

Pero también fue una historia que revela lo que muchos olvidan: los niños migrantes no solo enfrentan barreras lingüísticas, culturales y económicas. También tienen sueños. Y cuando se les da una oportunidad, la toman con todo el corazón.

La Biblia lo dice en Proverbios 16:33: “El hombre echa las suertes, pero el Señor es quien lo decide todo.”

Un comienzo, no un final

Ahora, la laptop ya está sobre el escritorio. Josué planea usarla para estudiar, explorar, crear. Su fe no termina con un sorteo ganado. Al contrario, apenas comienza.

“¿Y si con esa computadora compone alabanzas, escribe historias o crea algo que bendiga a otros?”, se pregunta su madre.

Ahora Josué, el niño migrante que creyó antes de ganar, según cuenta la orgullosa madre «Su aptitud para la matemática lo ha llevado a ser parte de un grupo de alumnos dotados para esta área. Él recibe matemática de séptimo ahorita ( aunque está cursando do sexto grado) Está en el cuadro de honor de su escuela y es embajador de la misma (es un rol que tienen los niños con honores por su rendimiento académico). Dios es bueno».

En tiempos cuando la migración infantil suele narrarse desde la carencia o el drama, la historia de Josué nos recuerda que también hay fe, propósito y esperanza. Que hay niños que leen no solo por curiosidad, sino por necesidad. Y que, a veces, un milagro empieza con una oración (la Fe)… y un libro abierto (la actitud).