“Mi nombre es José Luis Castellanos y mi testimonio de vida comienza cuando tenía apenas 17 días de haber nacido. Los pasos de los asesinos no se escucharon. Como siluetas fantasmales se acercaron lo más que pudieron a la humilde vivienda. Llegaron sigilosamente, en la oscuridad, en medio de un silencio que se rompería violentamente con el traqueteo de los fusiles, que vomitaron balas hasta que estuvieron seguros de haber matado hasta las almas de las tres personas que habitabamos la casa.

Las balas penetraban alocadamente las paredes de la vivienda, donde mi madre me amamantaba, yo solo era un recién nacido de 17 días, estaba pegado al pecho de mi progenitora, cuando un disparo impactó a centímetros de mi cabeza, pero impactó en el corazón de mi madre.

Cuando ella se desvanecía sin vida y sus brazos me soltaban,  mi padre estuvo listo a tomarme en los suyos, colocarme a salvo de las balas debajo de la cama en un último acto de heroísmo y protección paternal, pues también moría. Mi tía y madre adoptiva fue la encargada de contarme este relato catorce años después.

José Luis Castellanos ha pasado momentos difíciles, un miembro muy querido de su congregación falleció en un accidente, la comunidad se unió en oración y consuelo.

Fui adoptado y asentado por mi tía y el esposo de ella. Me registraron con el nombre de José Luis. En el hogar de mis tíos vivia con seis primos, hijos del matrimonio que mne había albergado en su casa. Cuando cumplí seis años de edad, el hogar se desintegró y me quedé solo, absolutamente solo, sin nadie que me cuidara.

Desde esa edad viví en la casa de mis tíos y aprendí a sobrevivir en la soledad. A esa edad ya trabajaba reparando bicicletas, haciendo mandados y todo aquello que me dejara honradamente unos ingresos para comprar y cocinar mi comida; compraba mi su ropa e iba a estudiar. Allí viví, bien me acuerdo el terremoto de octubre de 1986, la ofensiva guerrillera de 1989, pasé muchas navidades, años nuevos, cumpleaños, dias de la madre, el padre, en fin tantas festividades que celebran las familias, yo las vivía en soledad, alumbrandome a veces con candelas, con poca o nada de alimentos, no feu fácil, pero sobrevivía.

Y lograr pasar estos momentos porque siempre me refugié en una iglesia, a la que asistía a los cultos y buscaba superar mi situación emocional sirviendo en la congregación. Recuerdo cuanto me gustaba la musica, las alabanzas y quería formar parte del ministerio de alabanza. En una ocasión recuerdo que un profesor de biblia me dijo que yo «cantaba como cerdo» y eso me  demolió literalmente, ya que apenas era un jovencito y eso provocó que ni siquiera intentara volver cantar.

Pero un día sintí que Dios me mando a leer el Salmo 22:11 «Me entregaron a ti apenas nacido, tú eres mi Señor desde el seno materno», una cita que cambió mi vida. Y seguí perseverando en mi fe, la actitud del hermano me dolió, pero me quedé en la congregación, y no le guardé resentimiento.

Al contrario tomé aquel comentario negativo sobre mi voz y destreza para la música como la motivación extra que necesitaba para que aquel adolescente de 14 años se dedicara aún más a adorar a Dios. Me acuerdo que esos días la palabra me fortalecía, pues a pesar de las circunstancias en las que vivía el Señor me daba aliento, un día pensando en tirar la toalla leí  en la Biblia «De ti será mi alabanza en la gran congregación» (Salmo 22:25).

Con el tiempo me convirtió en un joven adorador y músico que viajé por todo el país en campañas, templos y lugares públicos cantando a Dios.

Trabajo, iglesia y actos de rebeldía juvenil marcaron mi vida y, aunque no era un chico extremadamente problemático, sí presenté conductas que me llevaron a cambiarme de liceos cristianos, pero siempre hubo personas que confiaron en mi y logré obtener el título de bachiller. Del cual me graduó hasta con un trabajo estable.

Fui a la Universidad y me titulé de ingeniero en Sistemas. Mi experiencia y capacidad laboral me llevaron hasta la cima, recibiendo buenos salarios.

A los 26 años de edad, me casó y con mi esposa procreamos tres hijas. Ahora tengo un hogar bien cimentado en el temor, agradecimiento y servicio a Dios, por eso renuncié a mi cargo en una importante empresa y ahora soy obrero del Reino, un seguidor del Maestro de Galilea.

José Luis castellanos con sus tres hijas, quienes tocan diversos instrumentos musicales, cantan y sirven en la iglesia.

Acompaño a una comunidad de fe, en la que promovemos el amor y la solidaridad entre lops fieles que renuevan sus esperanzas en medio de todo tipo de adversidades.

Fui desechado como adorador por un profesor de biblia, ahora canto, toco la batería, guitarra y piano. Busco impulsar una congregación comprometida con la obra social hacia sus miembros y otras personas de la zona.

Ayudo a mi esposa a atender un emprendimiento familiar, una cafetería; trabajo de Uber, mantengo a mi familia, el estudio de mis hijas y en la medida de lo posible cubro gastos de la congregación para no cargar tanto a los miembros, pues la vida no es fácil para todos en el país. Aunque nos ayudamos unos a otros imitando a nuestro Señor Jesucristo, por eso el nombre de la Iglesia “Mi vida a Jesús”.

En la vida solo hay dos formas para aceptar y superar lo que nos ocurre: entendemos que las cosas pasan (buenas o malas) por un propósito que será ajustado por el Señor para que nos ayuden a bien o nos quejamos, nos desviamos y simplemente nos alejamos de Dios, convirtiéndonos seres infelices. Con diecisiete días de nacido el Señor me sostuvo con vida, por eso le sirvo a tiempo y fuera de tiempo. ¿Podemos servir a pesar de las adversidades? Está demás decir que yo creo que sí”.

José Luis Castellanos, pastor y emprendedor.