Escrito por Mirella Cáceres, periodista.
Máximo Décimo Meridio, «El Español», el gladiador más popular, el héroe del momento, cae muerto sobre la arena del gran Coliseo de Roma. Antes de morir, pide a Quinto, el jefe de la guardia pretoriana, que libere a los demás gladiadores. Pese a ser un general romano devenido a esclavo y obligado a luchar en la arena, Quinto le obedece. Máximo se ha ganado ese derecho.
Desde las gradas, la plebe contempla incrédula cómo su gladiador que parecía imbatible ha caìdo mortalmente herido. Con el paso de los años su nombre ha sido borrado del muro del Coliseo pero en el imaginario es una leyenda por su destreza y liderazgo en la arena, por intentar cumplir el sueño del emperador Marco Aurelio: devolver a Roma la grandeza de la República; también es recordado por sus exitosas campañas para ensanchar el imperio romano. comandando las legiones del Norte y por sus frases célebres, una de ellas es esta: «Todo lo que hacemos en la vida resuena en la eternidad».
Máximo es solo un personaje ficticio de una aclamada película, cuya secuela estuvo en cartelera recientemente, pero podemos traer su frase célebre a la realidad, a nuestra vida, y reflexionar cuánto de lo que hacemos y decimos tiene un alcance, si esto produce una transformación propia o impacta en otros.
Hace más de 2,000 años hubo un hombre de carne y hueso, el más célebre, cuyas frases y la grandeza de sus obras han resonado a través de los siglos. Ese es Jesús de Nazaret, él revolucionó la sociedad de su tiempo y sigue haciéndolo en la vida de millones. Nos dejó un sendero, un modelo de vida que tiene su impacto en la eternidad.
Máximo es un personaje ficticio que millones admiran por su destrezas en la arena, sus frases y la espectacular escenografía, pero perdió su vida entreteniendo a la plebe; Jesús es una persona real que se entregó a muerte de cruz y resucitó para expiar los pecados del mundo, un propósito hermoso y el acto de amor más grande por la humanidad. Fue tal su impacto que partió en dos la historia de la humanidad, tanto que recordamos cada 25 de diciembre su nacimiento y cada marzo o abril su crucifixión y resurrección.
Por qué no te animas y le ofreces lo más precioso de ti a Jesús, tu vida, tu corazón. El está buscando Máximos para convertirlos en gladiadores de la vida que nunca pierden una batalla, gladiadores con pasaporte directo a la eternidad y con sus nombres inscritos en el libro de la vida.