Cuando se habla del origen de Alcohólicos Anónimos, muchos piensan en Bill W., en su dramática experiencia espiritual de 1934 y en el nacimiento de un movimiento que ha salvado millones de vidas. Pero detrás de esa historia luminosa hay un personaje trágico, brillante y casi olvidado: Ebby Thacher, el hombre que llevó el mensaje, aunque no pudo sostenerlo para sí mismo.
El amigo que llegó en el momento más oscuro
Para finales de 1934, Bill Wilson estaba destruido por el alcohol. Perdía empleos, se endeudaba y su salud colapsaba. En ese abismo reapareció un viejo amigo de juventud: Ebby, quien había sido tan bebedor como él, o incluso peor. Pero ahora estaba sobrio.
Llegó a casa de Bill con una serenidad que desconcertó al futuro cofundador de A.A. Fue entonces cuando pronunció la frase que cambiaría una era: “He encontrado una manera de dejar de beber… y funciona.”
Ese testimonio directo, simple y humano, tocó un lugar profundo en Bill. No eran sermones ni amenazas; era un hombre roto que irradiaba paz. Esa visita encendió el proceso que llevaría a Bill a su despertar espiritual y, con los años, a la creación de los Doce Pasos.

Ebby Thacher, entraba y salía de instituciones. Vagó de un lugar a otro. Tuvo períodos breves de abstinencia, pero las recaídas lo perseguían como sombras que nunca dejan en paz al alma.
El drama oculto: Ebby nunca logró mantenerse sobrio
Aquí aparece el rostro más humano —y más duro— de esta historia. El mismo hombre que sembró el inicio de la recuperación de Bill no logró mantenerse sobrio.
Entraba y salía de instituciones. Vagó de un lugar a otro. Tuvo períodos breves de abstinencia, pero las recaídas lo perseguían como sombras que nunca dejan en paz al alma.
Bill W. diría décadas más tarde, con enorme tristeza: “Ebby me trajo el mensaje. Yo se lo debo todo. Pero él no pudo retenerlo para sí mismo.”
La paradoja estaba servida: El mensajero cayó… pero su mensaje salvó a otro que, luego, salvaría a millones.
¿Por qué Ebby sucumbió?
Los historiadores de A.A. coinciden en varios elementos:
- No desarrolló una disciplina espiritual constante.
- No consolidó una red estable de apoyo.
- Luchó toda su vida contra la inestabilidad emocional.
- Carecía del sentido de responsabilidad que sí desarrolló Bill.
En palabras sencillas: Ebby tenía fe… pero no estructura.
Un final silencioso
Ebby Thacher murió en 1966. No lo hizo como un héroe triunfante, sino como un hombre que luchó contra sí mismo hasta el último día. Sin embargo, su lugar en la historia de la recuperación es inmenso.
A veces, la providencia utiliza instrumentos frágiles para provocar transformaciones eternas.
La enseñanza que trasciende la tragedia
Ebby es un recordatorio de que:
- Quien te salva puede no salvarse a sí mismo.
- La recuperación no es un regalo: es un trabajo diario.
- La vida puede usar a un mensajero quebrado para hacer posible un milagro.
- Una recaída no borra el bien que hiciste.
- La firmeza de uno puede sostener la debilidad de otro.
Su historia es una mezcla de dolor, esperanza y responsabilidad humana.
Más que historia, un espejo
En un tiempo donde muchos buscan héroes perfectos, Ebby nos enseña algo más real: Un ser humano limitado puede ser la chispa de una revolución espiritual.
Bill W. necesitó a Ebby. Y millones necesitan hoy esa misma honestidad directa: el testimonio de alguien que, aun cayendo, tuvo el valor de tender la mano.
Reflexión final (Fe y Actitud)
La vida está llena de mensajeros imperfectos. Algunos tropiezan, otros se levantan, y algunos inspiran sin lograr vencer sus propias batallas.
Pero Dios, en su modo misterioso, usa tanto a los fuertes como a los frágiles. Ebby Thacher no logró sostener la sobriedad… pero fue el puente para que incontables personas encontraran la suya.
Y ese, aunque él no lo supiera, fue su legado eterno.






