Escrito por Mirella Cáceres, periodista.
A la potente voz del trueno discurren las nubes y un fuerte viento abate a los árboles como si se unieran en un funesto concierto. Una nueva tormenta anuncia su llegada. Enormes nubarrones visten al cielo mientras una fina llovizna empieza a bañar la tierra. Otro día lluvioso, otra tarde sin despedida de sol.
Repentinamente, el concierto cesa, la lluvia se debilita, el trueno enmudece, el viento se convierte en una apacible brisa y el nubarrón que devoraba la luz parece congelado frente a una nube pintada de luminoso naranja. Resplandece con tal fuerza que parece desafiar al extenso lienzo oscuro. ¡Qué desafío! ¡Qué contraste tan hermoso!

Es un capricho o el comportamiento habitual de la naturaleza dirán unos; es solo una pincelada hermosa para la contemplación, tal vez dirán otros. El lienzo celestial está allí, congelado, invitando a la contemplación, eclipsado por el pincelazo naranja, pequeño, luminoso, pero potente. ¿Y qué tal si es el Arquitecto del universo enviando un mensaje en ese bello contraste? Tú eliges qué ver o aprender.
Yo elegí. Si me lo permites, te compartiré lo que aprendí al contemplar esa hermosa pincelada celestial, esa que surgió cuando la tarde pintaba tormentosa, intimidante, cuando todo pintaba gris:
Así llegan las tormentas a nuestra vida, algunas fuertes, otras suaves, pero nos afligen por igual.
Así llegan los nubarrones, vistiéndonos de pesadumbre, avanzan y amenazan con devorarnos sin piedad.
Aprendí que así como llegan tormentas, vientos y tempestades en formas de problemas y circunstancias, también llegan las soluciones, los caminos de luz, la luz al final del túnel.
Aprendí que ninguna oscuridad es eterna y que de mí depende estacionarme en la oscuridad o moverme hacia la luz.
Comprendí que aunque el día se presenta gris o me arremetan las circunstancias vestidas de nubarrón, siempre habrá un rayo de sol para mí, un Dios que ilumina y se sobrepone a mi desesperanza.
Te aliento a que de ahora en adelante, cuando los nubarrones oscurezcan tu cielo siempre busca ese rayito de sol, ese rayito de fe, esa nubecita luminosa a través de la cual el Creador está diciéndote: ´No estás solo, ten ánimo, aquí estoy yo´.






