“Por aquí arriba salía una gran tunca, que, así como aparecía, desaparecía” dice Isabel Barahona al tiempo que levanta su mano para señalar la parte alta de un terreno que le dejó su difunto marido, el hombre con quien procrearon trece hijos, pero solo cinco vivieron y crecieron en medio de la pobreza extrema y que, hasta el sol de hoy, no ha superado.

“Aquí por estos lugares asustan, pero hoy nos asusta más la pobreza” sentencia Isabel que, a sus ochenta años sigue viviendo en el caserío «Los Juárez», en el cantón Guadalupe, ubicado en la parte más olvidada del Distrito de Apopa, jurisdicción de la ahora municipalidad de San Salvador Oeste (SS Oeste).

“Si antes que Apopa era municipio nos olvidaron, hoy que es distrito quizás van a enterrar este cantón”, se muestra pesimista la anciana en cuya casa no hay energía eléctrica, ni agua y el transporte público es deficiente o casi nulo. Apopa pasó de ser un municipio de la zona norte del país a un distrito que, junto Nejapa, conforman la Alcaldía de SS Oeste.

Isabel Barahona ha criado cinco hijos, dos hombres y tres mujeres, dos de ellas con problemas mentales.

De los cinco hijos que sobrevivieron a la pobreza que intentaron superar trabajando en fincas, vendiendo algunas frutas de temporada cortadas de su terreno o hasta haciendo limpieza en casas, los dos varones tienen sus hogares y ella aún sigue cuidando a dos hijas que tienen problemas mentales, a quienes tiene que proveer el sustento diario. Ellas están en control médico ambulatorio en el hospital psiquiátrico.

La familia de Isabel Barahona también incluye a dos nietas con sus respectivos hijos, bisnietos de la anciana, quienes trabajan para la manutención del hogar. Ellas son las que salen a rebuscarse por el sustento, para la abuela, sus tías y sus hijos.

Llegar la casa de Isabel requiere de hacer un tiempo de casi 35 minutos sin tráfico desde la capital de El Salvador, viajando sobre el bulevar Constitución hay que desviarse a la altura de la calle San Roque de Mejicanos e internarse por caminos rurales con abundante vegetación con lindas vistas en verano – aunque con polvo – pero verdaderas pesadillas en el invierno.

En el camino se puede apreciar los esfuerzos de quienes han levantado sus casas, sencillas algunas y un poco más cómodas otras, pero siempre con el sello de la pobreza de la zona, desde donde la gente tiene que caminar largos trayectos para encontrar trabajo o emplearse en algo que deje para el sustento diario.

En casa de los Barahona.

En el terreno heredado desde hace casi medio siglo por Isabel Barahona se puede ingresar sin ningún problema, no tiene ni un portón de madera. La casa del fondo es la principal donde vive la matriarca con sus hijas, dos ellas con cierta discapacidad mental para valerse totalmente por ellas mismas.

“Aquí nos mojamos en el invierno, el techo parece una coladera, tiene hoyos por todos lados” se lamenta Isabel.

A un lado se levantan otras dos sencillas viviendas, son las de sus nietas. Ellas viven solas con sus hijos. Son madres solteras, pero las que trabajan por la comida y las necesidades en general de los Barahona.

Tienen un espacio para criar un par de pollos que sirven para vender y obtener algunos ingresos, pero hace falta el concentrado para criarlos grandes y fuertes. La pobreza se puede ver por todos lados.

Unas laminas viejas tapan una especie de pila para captar el agua lluvia que cae en el invierno y que servirá para las necesidades del hogar, pero prácticamente más de la mitad del año pasa seca. En tiempos de verano el agua la compran, cuando se puede.

Lo demás del terreno es bosque, maleza y los árboles de mangos u otras frutas que la tierra les provee para sobrevivir.

Un milagro para los Barahona.

Yenmi Landaverde es cosmetóloga y conoció a Reina Barahona, una de las nietas de Isabel, quien le relató parte del calvario y sacrificio que hacen para sortear las necesidades que viven en el cantón, no sólo su familia, sino que muchas de las que allí habitan.

Yenmi, que también proviene de una familia con carencias, pero que ha logrado salir adelante con su oficio, se mostró compasiva y le expresó sus deseos de ayudar en algo. Comenzó proveyendo pequeñas ayudas y luego tratando de incentivar a otras personas de su iglesia, su trabajo y amigos para apoyar a estas familias del cantón Guadalupe.

“Tengo unos cinco años de venir a ayudar con lo poco que se puede, aunque es más conveniente apoyarles con algo que les ayude a crecer con un emprendimiento, con el cual puedan auto autosostener sus necesidades” manifiesta Yenmi.

Pero se lamenta que “cuesta encontrar apoyo con la municipalidad o empresarios que quieren comprometerse con esta idea”.

Yenmi le planteó la idea a PERIÓDICO DIGITAL ASIGNACIÓN ESPECIAL 503 (AE 503), el cual realizó una pequeña colecta de fondos e insumos con amigos, empresarios y colaboradores, a fin de visitar la comunidad y en especial, a los Barahona, para llevar una pequeña dotación de productos de primera necesidad, que ciertamente no resuelven todo el problema, pero llevan alivio y esperanza a estos salvadoreños.

Isabel, sus hijas, nietos y vecinas de la zona, en las mismas circunstancias, se reunieron para agradecer a Dios porque tocó los corazones de varios hombres y mujeres que no dieron porque les abunde o les sobren los recursos, sino que son “seguidores de Jesús, que dan por agradecimiento y responden al llamado del Señor de hacer algo por las viudas y los pobres” dijo Isabel, contenta de tener invitados a su casa.

Esa mañana de enero, soleada y con vientos rebeldes que se negaban a irse, pese a la cercanía del verano, la conversación Cristo céntrica se volvió una especie de koinonia (La koinonia es la participación activa en la comunidad cristiana, que implica compartir bendiciones espirituales y materiales), en la que cada quien conforme con la bendición, esperaba que fuese el augurio de un año 2025 con más provisión en la alacena y en el trabajo.

Ese domingo siguieron las historias de miedo sobre la “tunca que aparecía y desparecía”, que contaba la abuela Isabel, pero que ya no les asusta, pues su creencia en el Maestro de Galilea les da paz y esperanza de que, con fe y actitud, el hambre y la pobreza también serán superadas poco a poco, mientras haya gente que agradece ayudando.

Un cantón escondido, pero no de Dios.

“Guadalupe quizá sea un cantón perdido entre la maleza a los ojos de los hombres, pero no de Dios” pregona en la reunión una de las vecinas de Isabel que caminó una hora para llegar y recibir su bendición de granos básicos.

El distrito de Apopa tiene ocho cantones – entre los cuales está Guadalupe – y 41 caseríos, uno de los mismos es “Los Juárez”, que es donde residen los Barahona. Mucha de la gente en esta zona es creyente y tienen iglesias de diversas denominaciones, pero les une la esperanza de que “el Señor no se olvida de los pobres” se animan unos a otros después de una corta oración que hicieron en agradecimiento por la ayuda.

(PARA AYUDAR O APOYAR A ESTAS FAMILIAS SE PUEDE HACER COMPRANDO SUS PRODUCTOS, PROVEYENDOLES MATERIA PRIMA PARA ALGUN EMPRENDIMIENTO, ROPA, AGUA Y ENTRE OTRAS NECESIDADES. COMUNICARSE CON NUESTRA REDACCION)

División administrativa.

El Salvador ha replanteado su distribución geográfica y administrativa del territorio. Sigue dividido en 14 departamentos, pero cambió la gubernatura local. Ahora los 262 municipios se convirtieron en 44 alcaldías que administran 262 distritos. En el caso de San Salvador Oeste tiene responsabilidad sobre dos distritos, Apopa y Nejapa, que juntos alcanzan una población de casi 300 mil personas en territorio de 135.20 kilómetros cuadrados.

Vista satelital de la ubicación del caserío «Los Juárez», cantón Guadalupe, distrito de Apopa, Alcaldía Municipal de San Salvador Oeste, departamento de San Salvador.

San Salvador Oeste políticamente está dividido en dos distritos, los cuales se detallan a continuación:

No. Nombre Área Km2 Población Cantones Caseríos
1 Apopa 51.84 198,528 8 41
2 Nejapa 83.36 29,458 8 38
  TOTALES 135.20 227,986 16 79