Testimonio de vida por Erick Onofre

«Mi nombre es Erick Onofre. Nací en El Salvador en medio de una pobreza que marcó mi infancia. Desde pequeño sentí un vacío que solo tenía un nombre: mi padre. Mi madre me habló de él cuando tenía 14 años. Me dijo que se llamaba Juan de Dios Araya y que vivía en Costa Rica. Esa información fue suficiente para alimentar un sueño durante años: conocerlo.

A los 18 años, sin saber mucho más, emprendí el viaje. Crucé la frontera entre Nicaragua y Costa Rica con fe, más que con planes. Y fue ahí donde ocurrió algo que aún no puedo explicar. Dos mujeres, con una serenidad que me desarmó, se me acercaron y me dijeron: “Sabemos para dónde vas y lo que buscas”. Sentí miedo, sí, pero también paz. Dijeron ser monjas misioneras. Me ofrecieron llevarme hasta donde vivía mi padre.

Dormimos en un convento. A la mañana siguiente me condujeron a una casa elegante, con jardines que nunca había visto en mi vida. Una mujer nos recibió en la entrada. “Doña Carmen Araya, le presentamos a Erick Onofre, hijo de Juan de Dios”, dijeron las monjas. La señora me miró y respondió con firmeza: “Eres igualito a Juan”.

Hay mucha naturalidad con la que Onofre cuenta su historia de fe y milagro.

Conocí a mi padre ese mismo día. Me reconoció sin dudarlo. Me abrazó con lágrimas en los ojos y recordó a mi madre. Me ofreció quedarme, y me quedé dos años. Compartí con mi familia paterna. Pero algo dentro de mí sabía que mi lugar no era ese. Cuando me ofrecieron una herencia, la rechacé. No vine por dinero. Solo quería conocerlo.

El día que intentamos agradecer a las dos mujeres que me llevaron hasta allí, ya no estaban. Nadie sabía nada de ellas. Nadie las volvió a ver. Para mí, eran ángeles. No me cabe duda.

Regresé a El Salvador. Volví a mi madre, a mi abuela Mamá Chayo y a Oscar, mi padrastro. Y aunque la pobreza seguía ahí, también estaban las raíces que me formaron. Seguí luchando, estudiando, trabajando. Dormí en la calle. Vendí de todo para pagarme la universidad. Pero Dios no me soltó.

Marca del café que distribuye Don Onofre y en cuya producción trabajan personas con discapacidad

Hoy tengo un emprendimiento de café que lleva mi nombre. Doy empleo a personas con discapacidad. Y sigo soñando. Quiero que mi café llegue al mundo. Pero más que eso, quiero que mi vida sea un testimonio de que Dios escucha, que los ángeles existen y que la fe abre caminos donde parece que no hay ninguno. No vengo de riquezas. Vengo de milagros.»

Erick Onofre,emprendedor.

No vengo de riquezas. Vengo de milagros.