Hizo que el sol extendiera sus rayos, como un gato perezoso cuando lo despiertan.
Sopló una suave brisa que despeinó a un sauce desprevenido.
Hizo una acuarela de colores en el jardín de la niña Doris, que se levantó tarde porque era domingo y merecía un descanso más. Cuando lo vio sonrió.
Ese es tu Dios, mi Dios y el de toda la humanidad, que cada día nos soprende.
Así que no importa cómo empiece el día, tienes en tus manos la tinta para reescribirlo, esa que nunca se seca, fabricada de fe y actitud.
Un fortísimo abrazo si llegaste hasta aquí con la lectura. Saludos te manda el Carpintero que arregla vidas, le llaman Jesús, el hijo de María.






