Escrito por Luis Andrés Marroquín, periodista y colaborador de AE 503
La inminente llegada de Yamil Bukele a la presidencia de la Federación Salvadoreña de Fútbol (FESFUT), no garantiza que la selección de El Salvador clasificará a los siguientes mundiales de la FIFA, ni que los equipos salvadoreños comenzarán en breve a competir en serio contra sus similares de México, Estados Unidos, Costa Rica o Panamá.
Tampoco es sano considerar que el papel que pueda jugar Yamil al frente de la FESFUT será similar a lo realizado por su hermano Nayib Bukele en la presidencia de la república, más específicamente en el tema de seguridad, por mencionar un ejemplo de éxito del presidente.
Pese a que es casi imposible no relacionar a Nayib con Yamil, es claro que uno y otro juegan en canchas distintas.
Más bien, antes de cualquier tipo de especulación, hay que recordarle a Yamil algunos aspectos que han evitado que El Salvador vuelva a un Mundial de Fútbol desde España 82 o que los clubes salvadoreños no le ganen a nadie de nuestros vecinos hoy en días, salvo alguna sorpresa.
NO HAY FORMACIÓN
A diferencia de Costa Rica o Panamá, El Salvador carece de un programa integral de desarrollo juvenil sostenido.
Las academias privadas son escasas y el fútbol base depende mucho de escuelas improvisadas o proyectos cortos.
Es claro que a los clubes profesionales nunca les ha interesado este tipo de apuestas. Esto limita la aparición de futbolistas con formación táctica y técnica sólida desde edades tempranas.
Costa Rica, por ejemplo, cuenta con un campeonato juvenil bien estructurado y programas de captación vinculados a clubes profesionales, mientras que Panamá invierte en torneos nacionales sub-15 y sub-17 con seguimiento estadístico y físico.
DEJAMOS DE SER RESPETADOS
Las clasificaciones de El Salvador a dos mundiales (1970 y 1982), se dieron en momentos en que el fútbol salvadoreño era respetado en el área, tanto a nivel de selecciones como de equipos, pero fue más producto de generaciones espontáneas que de trabajo base o un plan estructurado de las autoridades deportivas.
Si hoy nos comparamos con otras selecciones centroamericanas, terminamos goleados.
Desde 1990, Costa Rica ha clasificado a seis Mundiales, con dos generaciones doradas (2002–2006 y 2014–2022). Su éxito se basa en continuidad técnica y exportación temprana de talento.
Honduras clasificó en 2010 y 2014 con un proyecto de jugadores que se consolidaron en ligas internacionales.
Panamá logró su primera clasificación en 2018 gracias a una generación que creció con infraestructura mejorada y un calendario competitivo.
El Salvador, aunque ha exportado algunos futbolistas (Fito Zelaya, Darwin Cerén, Enrico Dueñas), la mayoría no ha logrado continuidad en ligas de alto nivel.
También se extraña la ambición de jugadores que hicieron carrera en ligas extranjeras, como Mauricio Cienfuegos, Raúl Díaz Arce, Jorge «Zarco» Rodríguez o Ronald Cerritos.
Además, los torneos locales no ofrecen la intensidad ni la exigencia física que se vive en ligas top.
CONFLICTO ETERNO
La rotación constante de técnicos (más de 20 en 25 años), conflictos entre FESFUT e INDES, y carencias logísticas han frenado cualquier proceso a largo plazo.
Incluso en ciclos prometedores, como los que se dieron con Milovan Djoric, Omar Pastoriza o Carlos de los Cobos, faltó profundidad de plantilla para competir con rivales mejor preparados física y mentalmente.
Peor aún, el escándalo de amaño de partidos de la Selecta que se hizo público en septiembre de 2013 dañó profundamente la imagen de la selección y coincidió con uno de sus peores periodos deportivos, afectando la moral del equipo y la confianza del público.
La FESFUT anunció entonces sanciones contra 14 jugadores de la selección nacional por haber recibido sobornos para manipular resultados en partidos internacionales entre 2010 y 2013.
La falta de inversión en formación juvenil, sumada a inestabilidad institucional, los escándalos y escaso roce internacional, ha impedido que El Salvador siga el camino exitoso de sus vecinos.
Si al final se concreta la llegada de Yamil a la FESFUT, solo queda pedir que Dios lo ilumine para que encabece una reforma estructural que termine con nuestra sequía mundialista.