Cesar Arquímedes era su nombre, tenía 35 años, hacia unos minutos habían hablado con su esposa por teléfono. Cuando se despidieron ella dijo “Dios es bueno” y él respondió “todo el tiempo”.

Le estaba diciendo a su amada esposa de más de 10 años de matrimonio, que estaba por salir del trabajo y que pronto se reunirían.

Ella una joven mujer también de 35 años, dijo con amor “echaré las pupusas cuando llegues para que las comas calientes”.

César Arquímedes ya no llegó, su vehículo, un carro anaranjado, fue impactado violentamente por una camioneta que lo arrastró varios metros. César Arquímedes falleció casi al instante.

Quimi le decían en la iglesia “Mi vida a Jesús”, donde era muy querido por su servicio a la obra del Maestro de Galilea, un obrero sin horario, un guerrero sin tregua, un soldado de Cristo de armas tomar.

Esta noche de viernes Quimi ha convocado a decenas de personas en la iglesia, siempre buscaba traer gente, hoy el templo está abarrotado, su cuerpo no danza, su voz está apagada, sus ojos están cerrados y su rostro refleja una paz que sobrepasa todo entendimiento, su esposa llora inconsolablemente, pero los hermanos y hermanas la rodean de amor y consuelo.

Quimi siervo del altisimo, está descansando, el guerrero, el hombre de la sonrisa franca y de las manos extendidas para ayudar, el hermano que se disfrazó de payaso para los niños de la iglesia, el que gustaba cantarle a Jesús, el que no llegó a comer las pupusas que le preparó su esposa, ahora descansa en la presencia de su amado, a quien sirvió con amor y temblor, a tiempo y fuera de tiempo.

El Salvador vio en televisión nacional como una descontrolada camioneta, impactaba el carro anaranjado en el que César Arquímedes salía a trabajar y ganarse el pan de cada día.

Se escribe esta historia para que los medios de información ya no digan un hombre falleció, ese salvadoreño tenía nombre, se llamaba César Arquímedes y era un hijo de Dios, esta noche la congregación celebra que uno de los suyos ahora está en la presencia del Señor, al que adoran y alaban porque están convencidos de que todo aquel que cree en Él, aunque esté muerto vivirá.

Celebran que cuando César Arquímedes volvió a la casa celestial, fue recibido con estas palabras “Buen siervo fiel, en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré, entra y gózate en la presencia tu Señor”

Por Julio Rodríguez, periodista.